Una mujer es una mujer // Reseña clásica


Jean-Luc Godard es probablemente el director más arriesgado de todos o al menos de su época. Busca cualquier excusa para romper las reglas cinematográficas establecidas desde el guión hasta el montaje. Su película Una mujer es una mujer es extraña joya dentro de la filmografía de este director que busca generar escándalo en todas sus secuencias. En un inicio parece confusa, pero terminas aceptando su osado estilo.

La historia es tan simple que parece absurdo todo lo que vemos, pero debemos de entender que Godard homenajea los musicales estadounidenses con peculiar estilo de la French New Wave. Todo se basa en un humor absurdo sostenido por los personajes. Estos a su vez dicen diálogos extraños que en momentos no tenemos idea de qué quieren decir y en otras estas discusiones de chistes se convierten en una reflexión filosófica sobre el amor.

De hecho el amor es lo más importante en esta alocada comedia francesa. Toda la historia gira entorno a una bailarina de striptease que quiere tener un hijo y su novio no acepta. La historia casi no tiene ningún turning point, solo ocurren situaciones que buscan experimentar con todos los elementos cinematográficos posibles y aún así Godard pudo convertir una historia minimalista en una obra de arte. Por ejemplo, por momentos las secuencias se convierten en un pequeño número musical, hay sonidos que no tienen nada que ver con lo que estamos viendo y Godard opta por romper la cuarta pared constantemente. Todos brillantemente bien manejado y funcionando al unísono.

Uno de los momentos más extraños es cuando Anna Karina y otra amiga suya hablan sobre el striptease y sin tener relación alguna poner cortes de gente caminando en la calle que se cruza con la cámara, lo más probable es que transeuntes reales que miran desconcertados al lente.

Los experimentos de Godard en el montaje es lo que ha transformado a la post-producción tal como la conocemos hoy. A veces mete micro-fragmentos que no están destinados a pertener en la secuencia los cuales son demasiado extraños, pero Godard era tan buen cineasta que pudo darles una forma propia dentro de la secuencia. Todo esto gracias al montaje. El audio también funciona como un cambio de secuencia a otra y en ocasiones el sonido ambiental y/o música se detienen bruscamente y regresan bruscamente (algo común en las películas de Godard). Otro rasgo característico del cine de Godard son sus títulos con los que también experimenta y que muchos directores le han imitado, el más obvio es Quentin Tarantino. Sus títulos funcionan para construir secuencias cómicas y en la toma final mete el único que no es post-producción ya que está hecho con unas ocultas luces néon. Brillante sin duda alguna.

Esta fue la primer película a color de Jean-Luc Godard y parece que supo muy bien lo que tenía que hacer. Predominan los colores de la bandera de Francia como en muchas de sus otras películas a color. El vestuario, dirección de arte, fotografía e incluso el montaje trabajan en armonía. La construcción que hace a partir de estos colores usando todos los recursos cinematográficos posibles provoca en el expectador una sensación de frescura muy alejada del cine de la época y así nos deja muy claro que es una película totalmente adelantada para su época, al igual que su director.

Lo mejor: la fotografía, la dirección de arte, el vestuario, los recursos cinematográficos, los diálogos, el concepto, el humor, múltiples secuencias, el montaje, el experimentar en todas las áreas cinematográficas posibles.
Lo peor: nada.
Conclusión: Obra maestra.

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