Icarus // Reseña


Los documentales sobre deportes por lo general nos cuentan historias de triunfo, pero Icarus es todo lo contrario. Nos cuenta hechos deshonrosos de una gran cantidad de ganadores de medallas en los juegos olímpicos. Vemos caras de cinismo, de miedo y de frustración. Un documental tan bien hecho como lo es Icarus crea una desagradable visión hacia el mundo del deporte y todos los intereses políticos que están de trasfondo.

Este excelente documental director de Netflix sigue la relación entre su director Bryan Fogel y el ex-director de Centro Antidopaje de Moscú, Grigori Mijáilovich Ródchenkov, quien cuenta las vergonzosa realidad sobre los atletas que falsifican sus pruebas con ayuda del gobierno. Ródchenkov, al huir y contar todo se convierte en un enemigo más de Rusia hasta el grado de poner su vida en peligro. Icarus nos muestra de manera agónica su estancia en EEUU, entre más verdades salen a la luz, la realidad detrás de los juegos olímpicos se transforma en película de gloria falsa.

Icarus termina siendo no solamente un documental, empieza con la historia de un hombre sencillo que quiere ganar una competencia de ciclistas amateurs y termina convirtiéndose en un thriller político lleno de intriga que incluso podría convertirse en película de ficción con mucho material. Prácticamente ya es un guión real lleno de turning points. Eso es lo que hace a Icarus tan enorme. El mismo Ródchenkov ya tiene un perfil psicológico complejo construido por los demonios de su pasado y representado en una perturbadora y original secuencia animada.

Un documental que inicia con una amistad por Skype que termina convirtiéndose en una peligrosa investigación que progresivamente va sacando oscuros secretos sobre falsos héroes que intentan vender una amañanada patria. Un documental dinámico lleno de momentos asombrosos, decepcionantes y a veces perturbadores. Nunca volverás a ver el deporte de la misma manera después de ver Icarus quien sin dudarlo se ha convertido en uno de los mejores documentales de la década por sus conceptos que van más allá de lo cinematográfico. Todo un país y sociedad de atleas son los villanos, Bryan Fogel es el héroe y el simpático doctor Ródchenkov es el antihéroe. Un antihéroe del cual su futuro nos es incierto.

Lo mejor: todo lo que cuenta, las animaciones, la narrativa, el trabajo periodístico que implicó, su impacto.
Lo peor: nada.
Conclusión: Obra maestra.

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