Todos están muertos // Reseña

 
Todos están muertos de la directora Beatriz Sanchis es un melancólico drama con tintes surrealistas y humor familiar que sigue la historia de un chico que tiene un difícil relación con su mamá, ex-vocalista de una banda de rock quien empieza a alucinar con su hijo fallecido por una de las noches de locura de ambos.

La interacción del hijo muerto con la de nuestro mundo es interesante. Lo mejor es lo que uno tiene que hacer para poder verlo. Sus simpáticos encuentros son lo que hacen ese ritmo fuera de lo común en un drama familiar. Aunque la película no es deprimente (sino todo lo contrario), se puede sentir la tristeza de nuestros personajes, las penas que se cargan y los vicios. El humor y el drama está bien equilibrado y da como resultado un entretenimiento familiar que al final nos termina conmoviendo por la dulce historia.

Las actuaciones son aceptables. La más destaca es la protagonista Elena Anaya. La fotografía es extraña en un inicio, con planos innecesariamente cerrados y una cámara moviéndose constantemente por todas partes. Casi todas las escenas de día están sobreexpuestas, cuando es un lugar cerrado la corrección de color hacer más brillante las luces. Probablemente la directora tomó esta decisión por el tema paranormal de un alma que viene del cielo, pero tanta luz blanca constantemente se ve raro.

La película inicia y termina con unas innecesarias voces en off de los personajes. Bien se podía contar fragmentos de la película con imágenes más interesantes o bien, no hacían falta. De cualquier forma Todos están muertos es una conmovedora y divertida película que te sacará una sonrisa por la complicada relación madre e hijo que se soluciona de la manera más atípica de todas.

Lo mejor: el guión.
Lo peor: la voz en off del inicio y final.
Conclusión: recomendable


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